Ermessenda by Judá Barber

Ermessenda by Judá Barber

autor:Judá Barber [Barber, Judá]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-03-13T00:00:00+00:00


* * *

El siniestro retumbo de los tambores marcaba el ritmo. Era un espeluznante y vigoroso canto a la guerra, capaz de encoger el corazón del soldado más curtido. Los musulmanes avanzaban de nuevo envueltos en sus cánticos y griteríos, siempre al compás de los atronadores instrumentos. Las botas golpeaban el suelo, provocando un temblor en la tierra que llegaba hasta los cristianos. Por los flancos, la caballería se puso a medio galope, sumando el estruendo de sus incontables cascos a la algarabía general que llenaba el gélido aire de la mañana con el sonido de la muerte.

El ejército recorrió los blancos campos como una mancha tenebrosa que lo devoraba todo a su paso. Un ligero viento del norte agitaba sus estandartes, negros, verdes y dorados, con sus indescifrables textos sagrados. A su sombra, los hombres caminaban confiados, rugiendo extasiados.

Ramon Borrell contemplaba el avance enemigo en silencio. Jamás había visto una horda de semejante tamaño, era un espectáculo espantoso. Se giró un momento y observó su pendón ondeando en la torre más alta de Albesa. Se preguntó cuánto tiempo duraría el rojo y el amarillo dominando la fortaleza. No pudo evitar un suspiro.

—Intentan flanquearnos —señaló Ermengol.

Su hermano asintió, era la táctica habitual de los sarracenos. El yunque y el martillo: la infantería, bien equipada y adiestrada, actuaba como un yunque, deteniendo la carga enemiga y fijándola; mientras, la caballería, rápida y letal, los envolvía por ambos lados y la retaguardia, como un martillo que aplasta las tropas enemigas contra su infantería. Era una estrategia tremendamente efectiva. La única posibilidad de los cristianos consistía en romper el yunque con su caballería pesada, a la vez que detenía los temidos ataques de la caballería ligera sarracena en sus flancos.

Los musulmanes repetían su fórmula del éxito. Los habilidosos jinetes se acercaban peligrosamente a los costados cristianos, pero se encontraron con las defensas que estos habían preparado la jornada anterior. Primero una serie de zanjas y hoyos poco profundos, difíciles de ver, aunque muy peligrosos. Varios caballos metieron las patas en las trampas, quebrándose los huesos. Los animales, entre relinchos de dolor, se derrumbaban, lanzando a sus jinetes por los aires. Otras monturas tropezaban con las ya caídas, chocando violentamente contra el suelo helado. Los primeros chillidos se oyeron en el campo de batalla.

Los sarracenos, no obstante, eran muy numerosos y habilidosos y había pocas zanjas excavadas. Esquivaron a sus caídos y prosiguieron el avance sobre sus caballos pequeños y ágiles. Eran jinetes expertos, que utilizaban estribos cortos y montaban a la jineta. Llevaban equipo ligero, apenas protegidos con prendas de cuero, e iban armados con lanzas, arcos, sables y adargas. Era una caballería que evitaba el combate cuerpo a cuerpo, aunque se mostraba letal en la distancia disparando sus proyectiles. Su intención era acercarse a las líneas enemigas, azotarlas con sus flechas y retirarse. Así, una y otra vez hasta romper su resistencia. Lo que no esperaban era encontrarse con una serie de muros y empalizadas, toscos pero efectivos. En los tramos donde



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